martes, 15 de febrero de 2011

La vida en los cerros de yeso

Los cerros de yeso también son llamados aljezares. Aljez es el mineral de yeso en lengua árabe y aljezar es, por extensión, el yesar. La palabra yeso es sin embargo de origen griego y fue utilizada profusamente en el mundo romano, bajo el término gypsum, que es de donde procede el actual vocablo. El yeso es por tanto una parte de nuestra historia, su uso es antiguo, como lo es la degradación que sufrieron los espacios naturales que se asentaban sobre este apreciado mineral. 

Poco a poco el yeso fue aflorando en las zonas donde la capa de arcilla que cubre los llanos era poco generosa, sobre todo en las laderas que asoman a la vega. Se fue dibujando el paisaje gris y ocre que se divisa cuando dirigimos la mirada hacia nuestro pueblo desde la vega del Jarama. Un paisaje de pequeños matojos y plantas cespitosas con numerosos calveros ocupados por menudas yerbecillas y líquenes.Se trata sin embargo de un paisaje de gran riqueza biológica puesto que posee un gran número de especies que, además, son poco comunes en general. 

Sin embargo todo parece igual cuando se pasa por el aljezar. A lo sumo diferenciamos el esparto del resto de las plantas, que todas nos parecen tomillos. Pero hay mucho más. Entre las plantas arbustivas encontramos a la jabonera, de pequeñas flores blancas que aparecen muy al final del verano. También a varias jarillas, entre ellas la de escamas, de pequeñas hojas verdes plateadas que dan el nombre a la planta. Otros arbustillos son la herniaria, el mastuerzo o la centarurea. Además están los tomillos, de los cuales podemos encontrar por lo menos dos; el tomillo salsero, utilizado en aliño de aceitunas y para condimentar guisos, y el tomillo de Aranjuez, que debe su nombre a ser una planta que solo crece en el centro de España y haber sido descubierta en la vecina villa.

También abunda el esparto, capaz de crecer sobre cualquier tipo de terreno, calizo o arenoso, y otras muchas plantas de aspecto similar, como el albardín o esparto basto, que crece en lugares donde abunda el salitre. Entre todas estas plantas perennes aparecen los líquenes, seres vivos mitad planta y mitad hongo, capaces de vivir sobre la propia roca. Para la mayor parte de la gente que pase por el aljezar pasarán seguramente desapercibidos, camuflados como si fueran parte del yeso o de la tierra que se forma entre el matorral. Sin embargo son de gran importancia en la sucesión ecológica que permite que un mineral tan poco nutritivo para las plantas como el yeso, pueda a la larga ser colonizado incluso por los árboles.

La riqueza vegetal del aljezar no solo está en el número de plantas, sino en el de ambientes o ecosistemas, que forman un mosaico bastante más variado de lo que en principio parece. Solamente mirando cualquier ladera de un cerro de yeso observamos que las plantas cambian de abajo a arriba de una manera asombrosamente constante. En las partes más altas, con pendientes más pronunciadas y suelos más erosionados, están las matas más pequeñas y resistentes a la sequía, como el tomillo de Aranjuez, y los líquenes.

A media ladera aparece la mayor diversidad de plantas, con matas tan variadas como los tomillos, la jabonera o el esparto. A la parte baja de las laderas cae mucha tierra desde arriba, acumulándose los nutrientes que las escasas plantas no son capaces de retener con sus raíces. También se acumulan excrementos de la fauna silvestre, sobre todo de los conejos, y de los rebaños de ovejas, que ruedan pendiente abajo. Son zonas muy nitrificadas donde es frecuente la frankenia, planta almohadillada de hojillas violáceas y diminutas flores rosas, así como el mastuerzo, matilla de pequeñas flores blancas. Cuando la carga del ganado es alta aparece la ontina o ajenjo, mata olorosa de propiedades medicinales, y el sisallo o caramillo, antiguamente muy utilizado como combustible, a falta de otras plantas de mayor tamaño.

A este nutrido conjunto de plantas le acompaña también una rica fauna no solo de vertebrados, de los que el representante genuino es el conejo, sino también de invertebrados. La diversidad vegetal es garantía de una correspondiente diversidad de diminutos animales. Muchos ellos acuden a las flores, durante el corto periodo en que están en su apogeo, cuando las lluvias y el calor han sido óptimos, antes de que llegue el implacable estío. Otros buscan los casi invisibles frutos, para el ojo humano, de estas extrañas plantas, algunos acumulados por las hormigas junto a sus colonias. Numerosos pajarillos insectívoros (cogujadas, totovías, alondras, terreras, y hasta los urbanitas gorriones y tordos) hacen su agosto en este corto periodo primaveral, cuando el aljezar bulle de vida silvestre. 

Es también cuando más grande está la escasa hierba que crece en las hondonadas y laderas de umbría (que miran al norte), así como los brotes tiernos de todas las matas. El conejo, las liebres y otros pequeños herbívoros, como los ratones de campo, aprovechan este tiempo y sacian sus estómagos, como preludio del tiempo de escasez que les espera. Durante el verano los conejos más debilitados se ven afectados por la mixomatosis y ante el festín de animales muertos o moribundos que se avecina, hacen su presencia los carroñeros, sobre todo los milanos negros que acuden en nutridas colonias a la zona. Algunos años incluso se ha podido ver por los aljezares de los cerros de la vega algún buitre leonado. 

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